domingo, 27 de enero de 2019
BERNARDO ÁNGEL SALDARRIAGA ¡ÁNGEL O DEMONIO POR OSCAR ZULUAGA URIBE
Revista "Tertulia de la Memoria y el Ancestro" # 5
BERNARDO ANGEL SALDARRIAGA: ¿ANGEL O DEMONIO?
“Proclamamos a los cuatro vientos
Y manifestamos los criterios ciertos…”
Por: Oscar Manuel Zuluaga Uribe “El Juglar”
Son estas, pequeñas notas acerca de la inmensa vida de Bernardo Ángel Saldarriaga Maya , habitante del Barrio Las Palmas, hombre de teatro por excelencia, torrente fluido de la palabra y el gesto, manifestación vehemente de la idea y manifiesto activo. Este corto espacio solo sirve para abrir una ventana sobre este ser prodigioso, para impulsar un interés de acercamiento en todas aquellas personas que gozan o no de su teatro porque Bernardo es un pozo abierto para el conocimiento, la duda, la certeza, la esperanza, el quiebre,la búsqueda… Nos encontramos con él en El Hogar cultural, Arlequín y los Juglares. Bernardo siempre ha tenido una sala de teatro sin ninguna dependencia, sin ningún encadenamiento (Situada desde hace infinidad de años en la rotonda del Parque de Bolívar donde, otrora, era el escenario, también, de “La Retreta” de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia). Estamos continuando el trabajo de investigación correspondiente a la “Tertulia de la memoria y el ancestro” revista de nuestra corporación que llega al número cinco. Invitamos a Bernardo Ángel, fundador y director en 1975 del “Grupo Teatral la Barca de los Locos” (Con “Quike” Márquez, Guillermo García, Gustavo Román, el antropólogo y luego la socióloga Lucia Agudelo…) para que compartiera con nosotros sus experiencias acerca de la vida teatral. Bernardo es una persona muy sencilla en la vida, en la filosofía, en la búsqueda… es un creador, un gran creador de teatro y nosotros y otros lo queremos y lo admiramos no solo en Medellín sino en Antioquia, en Colombia, en Suramérica y en muchas partes del mundo donde se ha conocido su trabajo. Es casi un ermitaño de la creación, un poco alejado de la vida cotidiana y comunitaria y digo un poco porque en realidad se mantiene en compañía permanente de los seres humanos, los íncubos, los súcubos, las sombras, las luces, los astros, las constelaciones, los espíritus, los libros… cosa que no es de extrañar en estas búsquedas teatrales tan tenaces. Me agrada mucho que Bernardo comparta con nosotros y aprovecharemos este pequeño espacio para charlar. De este “Caminar la palabra” surge un corto reportaje para nuestra revista, en la sección “Historias de vida”, con ocasión del Día internacional del Teatro. ¿Qué es tu vida, Bernardo Ángel? “Mi vida es todo, es lo que está pasando; esto de venir a buscarte en estas callejuelas; esto de venir a sentir el sol en las espaldas; esto de abrigar las afugias de ser las tres de la tarde cuando no tenemos agua en las ciudades pero tenemos el agua interior que nos salvifica de todos los procesos de antes y después; esto es parte de la vida, como decías vos; es tener de pronto una sede y de pronto no tener sede pero darnos cuenta que la verdadera sede es la conciencia, es el estado impoluto en el cual estamos siempre bajo el festejo del teatro, bajo la dinámica del teatro, bajo el hacer imperecedero del teatro que nos libra de la muerte y nos libra de las asechanzas del demonio, aunque los demonios seamos nosotros mismos (y quien más que vos que sos un demonio de la cultura y de la música porque en vos fluyen muchas corrientes tan impensadas y tan manejadas y cautelosamente esmeriladas… pero vos tenes algo que sale que es lo pavoroso, lo angustioso, que son las sombras y en esas sombras esta circunscrita la vida)…Y por eso te digo: estamos hechos de luz y de sombra. Y eso para mí es la vida. Por eso este momento es un momento de luz, tan fugitivo como una sombra, por eso estamos hechos negros y blancos, por eso todas la razas están metidas aquí, toda la fundición, toda la sangre… es la muerte, la cercanía de saber que, por ejemplo, ahora hablamos, que ya estamos en la muerte pero a la vez que estamos en la muerte tenemos la vida y la posibilidad del lenguaje, el riesgo de la palabra, del gesto, del visionar el vivir, del volver a vivir, volver a plantar la bandera cuando donde nos dicen: “!Quítense de ahí que ustedes no forman parte de esto!”, en un país que ha sido eminentemente contráctil, que ha dispersado, que ha prohibido, que ha manejado las jerarquías… y el teatro vuelve y nos da ese alto de supervivencia… por eso me agrada compaginar este momento, por eso me agrada hacer del teatro una página irreverente pero a la vez una página sagrada de lo que es el hombre, que nunca deberá ser tocado, que nunca deberá ser mancillado”. O sea que tu vida es el teatro… ¿O algunas otras cosas? “Mi vida es el teatro y algunas otras cosas, y entre esas otras cosas está el teatro porque mi vida es teatro por dentro y por fuera. Yo me planteo a veces: _ Yo no estoy haciendo teatro _ pero de pronto me veo con unas circunstancias o unas circunspecciones tales que me lanzo y hablo, cojo un texto, lo digo, escribo un manifiesto y vuelvo y lo repaso, lo pongo aquí o allá, digo: _ Esta palabra no entra aquí y esta otra si _ y me imagino escenas, luego vienen las escenas y me toman la escena y entonces digo: _ No, es que el teatro no necesita una escena, cuando el teatro tiene un escenario usted está circunscrito a un cálculo _, es como decir usted que va a adquirir la sabiduría en una clase, es imposible tener la sabiduría en una clase, la sabiduría se derrama como chorros inesperados es decir cómo están estos frescos , todas estas pinturas (refiriéndose a los cuadros que adornan las paredes del hogar), como usted lo ha sentido, porque usted lo ha sentido y ha palpado las dos realidades, usted ha palpado la clase y usted ha palpado lo otro, el desierto y ese desierto es benigno y es inmenso porque en ese desierto estamos nosotros , Oscar Zuluaga, a estas alturas de nuestras vida. Date cuenta: podemos ponernos a esta altura de “La calle de los bananos” y es posible a esta hora en el momento en que se está celebrando el mes del teatro decir que estamos poniendo en fila a mucha parte de la ciudad, decir que estamos arrojando la respuesta del teatro, la vida teatral y desde aquí podemos sentir ese fragor y a mí se me hace muy espelúznate sentir esto, te cuento.” ¿Y Desde cuando entró en voz el gusano roedor del teatro, en la conciencia y en el cuerpo? En mi entró desde que me engendraron… Yo tengo un texto que dice “videntes mal penetrados”, uno es un vidente mal penetrado y los que a través de una penetración nos dieron la posibilidad, o el lujo, yo no diría el lujo, diría más bien la macroencefalia de nacer, hermano, nos dieron la luz. Yo creo que nací con la idea del teatro porque yo me distancie… yo me distanciaba de lo que oía… yo oía una clase y veía una clase y pensaba: _Aquí hay una especie de gusano_ , como vos decís, _ hay algo que se mete y ese personaje no está dentro de su expectación, está diciendo mentira _, y entonces a mi me roía el deseo de salir y decir: _ Bueno, abramos los canales, suéltese diga a ver que es_ porque yo tenía un gran miedo… es decir, yo creo que lo que me lleva al teatro a mi es el miedo, la angustia de preguntarme ¿qué es esto?, ¿para donde va esto?, ¿dónde estoy yo?...Entonces para mí el teatro es un puntal, una especie de bastón, en el término de los antioqueños, en el término de los arrieros, es esa especie de arreador que ellos llevaban. En casi todas las obras yo uso un bastón como punto de partida para señalar, para quitarme, para desposeerme, como los antiguos ermitaños, como los de la edad media… Yo digo esto pero en realidad yo no sé ni porque me toca el teatro… entonces cuando vos sos ungido (porque hemos sido ungidos por este ministerio entre otras cosas sacrílego hasta el tuétano) entonces llegan otros y dicen: ¿entonces usted estudio teatro? Yo pienso: _ que preguntica tan pendeja de este, ¿todavía está en el catequismo del padre Astete o qué? _, Entonces a usted lo bautizaron, todos hemos sido bautizados, todos hemos sido desencarnados y atizados y endemoniadamente creados, entonces esa raíz me da derecho a decir: _ hermano yo me planto aquí teatralmente a ver usted que me dice _. Por eso cuando yo me encuentre con Farley, decía un día cualquiera, dentro de la arrogancia de Farley decirle: _ Farley, sitúese allá con una de sus galas de Shakespeare y yo me sitúo acá y suelte el monologo como quiera que yo lo suelto como quiera, o dígame los textos de Shakespeare y vengase conmigo y combatamos. Si usted me tumba pues nadie viene a ver pero si yo lo tumbo lo saco y lo llevo por los infiernos y por los cielos _… Es decir es una especie de venganza atómica, y uno hace teatro por venganza, a veces… parece duro decir esto en momentos en que nos están diciendo: recen, entiéndanse, ámense, bésense … imposible, esto tiene una dinámica mucho más extraña, mucho más coactiva de lo que se puede pensar…yo creo en el amor pero para llegar al amor hay que macerarnos mucho, hay que dejar atrás este cuerpo, hay que dejar atrás las historias y las metahistorias…Todo lo que digo es un poquito atropellado porque no puedo tener análisis perfectible de todo porque surge una imagen que tumba a la otra… y aparece la otra…parece que estuviera hablando desencadenadamente pero creo que el teatro es un desencadene de todas las fuerzas de todas las potencias que han estado contenidas por los siglos de los siglos y apenas ahora nos toca decirlo y cuando lo decís te queman la lengua y te dicen: “Usted no va para allá, va para acá” y quienes a veces lo hacen son las mismas gentes del teatro y entonces dice uno ¿De dónde acá que la madre de mi señor venga a visitarme?. ¿Nos contás un poco más de la vida de Bernardo Ángel? Yo nací en Cisneros, en la estación El Limón. Mi mama era Ana Saldarriaga, casada con Jesús Ángel. Me trajeron de muy niño, de brazos, pasando el túnel de la quiebra, a Loreto. Y ahí empezamos cuando Loreto comenzaba a tenerse como barrio. En El Barrio Nacional, El Plan, El Hormiguero, esta parte de La Asomadera, los guayabales antes de que fueran el seminario mayor, toda la comunidad tuvo ahí unas especies de casitas y allí mi papa tenía un tejar… yo jugaba en ese tejar y ahí experimentaba…y mi mama que es casi mística cristiana con la idea del sacrificio del hijo y de ponerlo al servicio de la iglesia. Allí fue donde empezó el cangrejo a dar sus patadas de ahogado. Mis tías tenían una fábrica de tabaco que se llamaba “Cigarros Abel Baena número 2” y a mí me tocaba empalmar las hojas del tabaco y María, que era la tía mayor, la que mas tenia congregación con las otras hermanas y las obreras, manejaba los implementos de la fabriquita… ella me decía, por ejemplo, no diga palo, diga árbol… ella tenía unos reflejos muy interesantes, aparte del lenguaje, que me llamaba mucho la atención. Ella era un ser con mucha incandescencia con la vida interior; ella era hermana de mi mama y era quien comandaba la factoría. Alguien que vino de Buga me decía que yo era de la familia Maya, del escritor Rafael Maya entonces me decían que yo tenía porque escribir… bueno yo no sabía… ella leyó el libro que le entregué, se devolvió asustadísima y se encerró de nuevo en Buga y no me volvió hablar después de “transfiguraciones”, al fin y al cabo monja, la hermana murió monja, allá se la llevo la corriente. Mi juego empezó con las mangas, las guayabas, las hojas, con el barro y con la boñiga, sentir el olor de la boñiga, jugar con las piedras en lo que era La Polca, arriba de los guayabales, donde se dice que había una especie de muro de piedra, donde ocurrió parte de la batalla de la guerra de los mil días y en los combates se arrojaban panela. La Polca tiene una reminiscencia de ese tiempo. Esto fue un día de un arraigo bellísimo en lo que fue la virgen de Loreto, yo fui acólito desde los cinco años en la iglesia de Loreto, vinieron comunidades, vinieron los Pasionistas, llegaron otras órdenes religiosas… y yo era acólito de los acólitos… cuando el padre Pablo dirigía la JOC (Juventud Obrera Católica) yo lo acompañaba al encuentro con los obreros, yo no sabía para que era eso pero lo intuía… ¿Y cuando te escapaste del oleo sacramental? “Yo empecé a sentir el teatro desde niño y con las tías hacíamos teatro. En la casa hacíamos tablados. Poníamos cortinas y simulábamos el telón y venia la gente a vernos: “Esa que coloradita / Se pone cada que la ven, Esa que en los palacios reales / Va a casarse con el rey” Así, cositas así…y yo decía misa y me ponía ornamentos en el teatro sí, es que me nace…. yo creo que soy la encarnación pasada de un obispo desechado.” ¿Cuándo escribiste el primer manifiesto? “En la literatura preceptiva de ese tiempo, que se daba en tercero de bachillerato, aparecía el rostro de Baudelaire y aparecían Goethe, Schiller, y los poetas… cuando yo vi la foto y la reseña de Baudelaire dije: _ Hijue…madre, las flores del mal, que titulo tan encantador _ y entonces yo pensé, puede sonar petulante, _ Usted lleva las flores del mal adentro, lo que se le espera _ …entonces esa figura se me clavó mucho en la conciencia…yo no había leído nada de él , no sabía nada de la literatura francesa pero yo deliraba leyendo esas pequeñas historias y un día cualquiera (…) (…) Yo llevé el manifiesto ese sábado y todos los muchachos estaban en esa puerta de hierro que tiene el colegio y me preguntaban: que escribiste, que escribiste? Este viene a ser como el segundo manifiesto. El primero era más bien como una oda pero ya era un comienzo de algo…yo empezaba a sentir que el manifiesto era una forma de decidir, de tomar cautela, de tomar precauciones, de decir que era lo que nos pasaba…” Y así, con este torrente incontenible de existencia, teatro y poesía siguió durante horas la entrevista con Bernardo Ángel. Buscaremos espacios para seguir compartiendo con ustedes sus reflexiones y aportaciones sobre el teatro, la filosofía, la historia, la vida…
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